Caminamos en este segundo curso de oratoria de la Tertulia con paso   algo más firme que en el curso del año pasado. La mayoría de la   veintena de componentes del curso éramos  "veteranos" o "repetidores",   según se prefiera decir, y eso conformaba para todos una cierta   tranquilidad. Eso sí, el ambiente era fenomenal, exactamente igual que   en el primero. 
El buen hacer, la alegría, la paciencia, las ganas y el saber  enseñar de nuestro profesor y amigo, Luis, es digno de alabanza. No solo  hemos aprendido un poquito a saber hablar con mayor expresividad,  a recitar algo mejor, a declamar hacia afuera, hacia dentro, de manera  épica o melancólica sino que además nos hemos divertido.
Casi todos los participantes, al término del curso, ya tenemos la  vista puesta en un posible tercer curso de oratoria que pudiera darse en  el año próximo y esto es, casi todo, mérito de Luis. 
Juegos diversos y alegres, combinaciones de dos en dos y de nueve  en nueve, improvisaciones teatralizadas, gritos desestresantes y  lecturas con interés consiguieron  el efecto de desinhibirnos lo  suficiente para que perdiéramos algún complejo que otro y nos lanzáramos  al ruedo para declamar y recitar, pasándolo además estupendamente tanto  con nuestro poema como con los de los compañeros. 
Y el final, a juicio de todos, fue lo mejor: conseguir hacer un recital de poesía entre todos. Divertirnos y divertir.
Conseguir que la práctica totalidad de los participantes (cuatro no  pudieron por causas varias: faringitis por estar ensayando demasiado  como Gloria, alguna operación en esos días al compañero de fatigas como  Aurelia o viajes diversos de Marissa y de Demetrio) lucieran sus mejores  voces para dar cuerpo a un recital poético en la Tertulia fue lo mejor  del curso. Siempre bajo la dirección feliz y atenta de Luis.
Y, sinceramente, creemos que fue muy digno.
Al final hasta Luis se arrancó con algún poema para que viéramos  todos lo mucho que había "aprendido" con nosotros como certificó,  divertida, Floren. 
Gracias a todos, a los participantes y al auditorio, gracias, y muy  especiales, a Luis Trébol, rapsoda casi perfecto y buen amigo nuestro,  porque con él ha sido muy sencillo y alegre terminar este curso de 8  horas que hubieran podido ser ochenta por lo divertido y que nos ha  servido para aprender un poquito más. 
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